Esta es la historia de Jaime y Laura (nombres figurados) de 2 de nuestros clientes a los que acabamos de vender su vivienda en Madrid. Hasta aquí todo normal, lo que ocurre es que en este caso les hemos vendido su vivienda, pero seguirán viviendo en ella hasta el final de sus vidas. Es la llamada venta de nuda propiedad.
Jaime tiene 86 años, Laura 84, él ha sido un afamado arquitecto que ha trabajado duro durante toda su vida, lo que le ha permitido mantener a su familia de 2 hijos y esposa, buenas vacaciones, una casa pagada en el centro de Madrid, una intensa vida social, en definitiva, una buena calidad de vida. Laura ha sido una ama de casa, dedicada en cuerpo y alma a su marido y familia.
Como “buen” autónomo Jaime nunca pensó en el momento jubilación, ni tuvo ningún tipo de previsión para la misma. Cuando se acabaron los ahorros, nos encontramos con un matrimonio que siempre ha vivido bien, pero que está pasando complicaciones para llegar a fin de mes y apenas tienen dinero para tomarse un café o coger un taxi. Laura nos cuenta que prefiere pasar hambre a dejar de pagar su seguro médico privado que cada vez, dada su edad, es más caro.
En esta complicada situación, y totalmente desanimados se encuentran cuando hablan por primera vez con nosotros para ver las posibilidades de vender su casa y buscarles otra más pequeña en un barrio más desfavorecido que el suyo.
Su cara cambió por completo, cuando les planteamos la siguiente pregunta; ¿Y si conseguimos la venta de vuestra casa, pero con el acuerdo del comprador para que podáis seguir viviendo en la misma hasta el final de vuestras vidas? Esto les permitiría seguir viviendo en su barrio, con los vecinos de toda la vida, conservando sus costumbres tan importantes en esas edades.
Una vez entendida la operación con todas las ventajas que para ellos suponía, el siguiente escollo era conocer la opinión de sus hijos, siempre habían pensado en poderles dejar en herencia la vivienda, y para Jaime y Laura suponía un motivo de satisfacción saber que cuando faltasen la vida económica de sus hijos mejoraría por lo menos un poquito.
Después de hablar con sus hijos, descubrieron que lo que ellos querían realmente es que sus padres fuesen felices y no tuviesen que estar pasando las penurias económicas actuales.
Así que sólo nos faltaba encontrar al inversor para completar la operación y ponerle un final feliz a esta bonita historia. La verdad es que no fue muy difícil, se trataba de un ático en pleno centro de madrid, con una fantástica terraza de 25 m2 (tan valoradas tras la pandemia). El inversor no tardó en aparecer y la propiedad apenas estuvo un mes en el mercado.
Hoy Jaime y Laura son mucho más felices, salen a pasear y a tomarse su aperitivo en alguna terraza del barrio, han recuperado su afición por el teatro, y para ellos poder seguir viviendo en su casa ha sido, como nos dicen, una autentica lotería. Para nosotros, sin duda, una de las operaciones de las que más orgullosos nos sentimos, y que siempre permanecerá en nuestros recuerdos. Y para el inversor una excelente inversión que, a lo largo de los años, sin ninguna duda, le reportará interesantes beneficios.